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Ramón, el enfermero que volvió a Orán para ayudar

Después de 25 años, con una vasta experiencia regresó y se puso a disposición de la gente.

Llegó a Orán el pasado 22 de agosto, luego de cumplir la cuarentena obligatoria y está en la primera línea en la lucha contra el COVID-19 como coordinador de enfermería en la escuela Osvaldo Pos. Se llama Ramón Arturo Aibar, un enfermero de 49 años que hace más de dos décadas vive fuera de su terruño, de sus afectos.

Ramón, como lo conocen sus amigos, estudió en la escuela de Comercio Julio Cortez, de la ciudad de Orán. Es el mayor de cinco hermanos, se crió en un hogar muy humilde, su madre es ama de casa y su padre empleado rural.

Y así fue que hace una semana le dieron la faraónica tarea de coordinar y atender a los pacientes leves y moderados que ingresan afectados por el COVID-19 a la escuela Osvaldo Pos, donde se emplazó un centro de atención para este tipo de pacientes.

En diálogo con El Tribuno, Ramón, contó que apenas cumplió su aislamiento obligatorio se hizo cargo de la tan cuestionada sala COVID para pacientes moderados de la escuela Osvaldo Pos: "Estoy poniendo todo lo mío para que todo salga bien. Buscamos recursos tanto humanos como materiales".

"Estoy feliz porque estoy en mi casa. Esta es mi tierra natal. Siempre quise volver y se dio la oportunidad es esta terrible situación, dejamos atrás Buenos Aires, para ponernos a disposición de la gente".

Este enfermero oranense, trajo un bagaje de experiencia desde el hospital Piñeyro y del Instituto René Favaloro, para ponerla a disposición de la compleja situación que se vive en el norte salteño.

Ramón tiene una vasta experiencia en cuidados intensivos, "pero yo vengo y me pongo a disposición del hospital donde me necesiten. Soy enfermero y acá estamos".

Hace muchos años Ramón y su esposa Nélida tomaron la decisión de volver, pero siempre faltaba algo. "Hoy, después de 25 años comenzaré de vuelta en mi tierra", aseguró.

Enfermero por vocación

Después de 25 años fuera de casa ambos decidieron emprender el regreso, cerca de sus padres, hermanos y sobrinos. "Hace unos meses Nélida tuvo una oportunidad laboral en Orán y la animé a volver, mientras yo esperaba abrazarla a ella y a mi familia. En estos años afuera ganamos mucho conocimiento, pero perdí seres queridos en el camino. Hoy quiero estar cerca de mi mamá y poner todo mi conocimiento y experiencia al servicio de la ciudad que me vio nacer, sobre todo en estos momentos en los que por la pandemia es cada vez más el personal que se necesita en primera línea, y es allí donde quiero estar", expresaba a El Tribuno hace un mes, cuando venir a Orán era solo un sueño.

Cuando terminó el secundario descubrió que su vocación era ser médico cirujano, pero su familia no tenía los medios económicos para que él estudiara medicina, así que su única opción fue cursar la carrera de enfermería en la Sede Regional de la UNSa.

Una verdadera vocación de servicio

Durante los años en la UNSa conoció a Nélida Melgar, primero su compañera de estudio, hoy su esposa, con la que compartió jornadas completas de trabajo. A los 24 años, recién casados y recibidos golpearon puertas “pero entendimos que nadie es profeta en su tierra y decidimos buscar suerte en Mendoza y luego en Buenos Aires. Solo llevamos cuatro bolsas, una valija y un corazón lleno de sueños por cumplir”.
Allí no solo encontraron estabilidad laboral, sino además siguieron con sus estudios universitarios. Trabajaban de noche y estudiaban de día. “Nos recibimos de licenciados en enfermería y más tarde, Nélida de abogada”. En ese tiempo, Ramón se dio cuenta que definitivamente su vocación era la enfermería. Quizás la explicación es que se trata de un trabajo que busca precisamente mitigar el dolor, hacer desaparecer el sufrimiento y, en la medida de lo posible, alargar la vida. Y no todo el mundo tiene el temple para dedicarse a ello.

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