DEPORTES

Sócrates, el futbolista con conciencia de clase

Breve Historia de uno de los futbolistas mas destacados del fútbol mundial

El mediocentro brasileño nació un día como hoy de 1954. Fue un mago con la pelota en los pies, pero su obra más importante se dio en lo extrafutbolístico. Revolucionario, crítico y participativo, su objetivo era aprovechar la masividad del deporte para llegar al pueblo.

La censura muchas veces produce el efecto contrario: genera mayor interés. Un claro ejemplo puede verse en la vida de Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, más conocido como Sócrates. A los 10 años, vio como su padre quemaba libros sobre socialismo y comunismo. Trataba de proteger a su familia del Golpe de Estado que sacudió a Brasil en 1964. Aquella imagen le quedó grabada y quiso conocer cómo era aquel mundo lleno de problemas.

Su primer paso fue ser feliz como la mayoría de los niños nacidos en Brasil: jugando a la pelota. Era distinto. Virtuoso y elegante, pero sobre todo inteligente. Debutó en Botafogo, y a pesar de no jugar muy cerca del arco rival, fue el goleador del Campeonato Paulista de 1976. Por ese entonces, ya se distinguía también afuera de la cancha: estudiaba Medicina.

Tras cuatro temporadas, emigró a Corinthians, donde no siempre pasó buenos momentos. En una oportunidad, la hinchada no los dejó salir del vestuario después de una derrota. Sócrates respondió primero en la cancha, con un nivel altísimo, muchos goles, pero ningún tipo de festejo. Por esto último, los hinchas volvieron a increparlo, pero se mantuvo firme: el equipo no debía jugar al ritmo de la tribuna, sino al revés. Así ganó su confianza y paciencia. Los logros comenzaron a llegar. En su paso por el gigante de San Pablo obtuvo tres títulos y se ganó el amor de todos. Fue allí también donde consiguió ganarse un lugar en la Selección.

Pero más importante que las copas fue la famosa Democracia Corinthiana. Liderados por Sócrates, Casagrande y Zenón, el plantel comenzó a incidir de forma profunda en la realidad del club. Todo se decidía mediante el voto: las contrataciones, reglas de concentración y hasta la elección del entrenador. Jugadores, dirigentes, cuerpo técnico y utileros tenían la misma importancia.

Sócrates amaba saber cada día más. Le gustaba intercambiar ideas y beber en los bares. También fumaba muchísimo a pesar de ser futbolista. Sólo un mes abandonó el cigarrillo, para jugar el Mundial de España 1982. En aquel certamen fue el capitán de la selección brasileña que jugó un fútbol vistoso, elegante y artístico. La idea era inspirar alegría, quedar en la historia.

Por eso en tierras cariocas se recuerda mucho el 3-1 a Argentina, que venía de salir campeón en 1978. Aquel día la verdeamarelha brilló y superó con facilidad a la albiceleste de César Luis Menotti. Diego Maradona se fue expulsado. Brasil era el gran favorito pero tropezó ante Italia: perdió 3-2 cuando con el empate clasificaba a semifinales.

Aquella selección no sabía hacer otra cosa que jugar para llegar al arco rival. Para muchos, allí se terminó el estilo alegre que siempre identificó a Brasil. El eterno debate entre jugar bien o ganar colmó el centro de la escena, y ya no se volvió a ver un fútbol tan artístico, a excepción de individualidades magistrales como Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Kaká y Neymar.

Por aquel entones la dictadura comprendía que no podría perpetuarse en el poder, y negociaba una salida lenta y gradual. Los jugadores de Corinthians se movilizaron para exigir elecciones inmediatas. Fueron protagonistas importantes en el movimiento Directas YA, apareciendo en marchas, debates y con frases en sus camisetas como “quiero votar para presidente”. Sócrates se ganó el respeto de todos los futboleros brasileños, tal y como había pensado. Es que, siempre supo que el fútbol era parte importante de la cultura de su país, y por ende, una herramienta para llamar la atención del pueblo. Su lema era: “Ganar o perder, pero siempre con democracia”.

Perezoso y con poca preparación física, recurrió al arte para salir a la cancha. Tiraba tacos una y otra vez, porque era tan alto (1,92 metros) que en los giros sentía que se caía. Le gustaba el fútbol bien jugado, con muchos pases y sobre todo, imaginación. Por eso cuando emigró a Italia para jugar en Fiorentina, se sintió sólo e incómodo en una sociedad más elitista y conservadora. En su llegada a Florencia, se mostró ansioso de “leer a Antonio Gramsci en su idioma original”, pero en tierras europeas extrañaba sus raíces.

“La gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos”, sostenía. Veía como sus referentes al Che Guevara y John Lennon, mientras que a uno de sus hijos lo bautizó Fidel en clara alusión al dirigente cubano. No obstante, cuando el fútbol se le volvió imposible de jugar, lidió contra un vacío que no pudo llenar ni con la medicina, la música -grabó varios discos-, ni otros deportes. Nunca dejó de interesarse por la política, y más de una vez se lo vio junto a Lula da Silva, quien se interesaba en sus opiniones.

Falleció el 4 de diciembre de 2011 a los 57 años, tras una vida con ciertos excesos pero también muchos éxitos. Sócrates no quiso ser un futbolista más. Prefería aprovechar la oportunidad para ser alguien en la historia. El día de su muerte Corinthians gritó campeón y miles de hinchas lo lloraron en medio de banderas y pancartas hacia su figura. La importante obra estaba a la vista y sólo generaba admiración entre los amantes del fútbol.

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