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Obstetra de Orán cuenta las peripecias del rol en pandemia.

Florencia Soria es licenciada en Obstetricia y trabaja en el hospital.

El rol de las parteras como profesionales es en el seguimiento de la gestación y muchas veces de los nacimientos, no entienden de cuarentena y su tarea se dificulta ante este contexto de pandemia por coronavirus.

Florencia Soria es una joven oranense de 26 años licenciada en Obstetricia, eligió esta carrera que le apasiona apenas salió del colegio: "Mi sueño fue siempre volver a mi Orán, para ejercer y ayudar sobre todo a las mamás de las comunidades originarias".

Así fue que trabajó en el hospital de Pichanal y Embarcación, "sin duda fue todo un desafío para mí enfrentarme con una realidad que desconocía, mamás, casi niñas, a las que les costaba comunicarse".

Sin embargo con el tiempo, con el carisma que la caracteriza, se hizo parte de la comunidad y se ganó la confianza de muchas mujeres, que de a poco empezaban a entender la importancia del control prenatal, sobre todo en lugares donde carecían de médicos ginecólogos.

Florencia hacía de partera, psicóloga, enfermera y hasta de madrina de los chicos.

Su objetivo es claro, revertir la manera en que las mujeres llegan a las obstetras.

Para la licenciada es importante comenzar la relación con las futuras mamás desde el inicio de la gestación, o con la mayor anticipación posible.

Esto les permite conocerse, establecer un vínculo de confianza, trabajar de manera personalizada, ajustarse a las necesidades pero, sobre todo, conocer el contexto familiar.

Florencia, en su profesión por la que encarna una profunda y amorosa vocación

Salir a trabajar

"Vivimos una época rara, única, pero los bebés nacen durante los conflictos, las guerras, y también durante las pandemias. Ellos no conocen de horarios, ni de feriados, menos de crisis", explica emocionada.

Florencia remarca que en cada nacimiento Dios le dice que "todo valió la pena" porque para ella sin duda la vida es un milagro desde el primer momento de concepción

"Eso sí, cada vez que entro a una sala de partos, todo queda afuera. Cada familia merece vivir el nacimiento como una celebración. Les tocó que sus hijos nacieran en estas circunstancias. Y, junto con el equipo, somos responsables de recordarles muchas veces que hay que disfrutarlo a pleno. Porque cada hijo nace una sola vez, porque ese día nunca se va a repetir, de todo corazón, siempre deseo que cada nacimiento sea una fiesta".

Las obstetras muchas veces son llamadas "colaboradoras" del médico ginecólogo. Sin embargo, Florencia hoy se desempeña en el sector de Obstetricia del hospital San Vicente de Paúl y alegremente expresa que "no me se siento colaboradora, sino parte de un equipo, del cual siempre tengo algo que aprender."

"Los nacimientos no esperan, suceden, y cada bebé merece ser recibido con alegría, independientemente de lo que esté sucediendo de la puerta para afuera. Esto requiere que nosotras le pongamos a cada nacimiento el cuerpo y el alma".

Como todo el personal de salud y otras actividades esenciales, es imprescindible que las parteras continúen con su trabajo, y para Flor, la sensación de vulnerabilidad es permanente. Para esta joven profesional es importante la preparación de quirófano pero, sobre todo, la oración: "Siempre me pongo en manos de Dios, pido sabiduría para mí y todo el equipo para recibir esta nueva vida como así también la vida de la madre".

La pandemia queda afuera 

“Lo más importante de nuestro rol es dejar afuera todo lo que pueda empañar la vivencia única del nacimiento de un hijo. “Soy muy feliz presenciando el milagro de la vida, recibir a cada bebé, ponerlo sano en el pecho de su mamá. Nos conformamos con sonrisas, miradas y palabras cubiertas por barbijos y antiparras”, expresa. “No podemos permitir que la realidad de la pandemia interfiera en la sala de parto y empañe el milagro de cada nacimiento. Todo sigue igual, solo que con más precauciones. Extrañamos los abrazos de celebración, pero ya volverán”.

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