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"Pensé que no me iba a tocar": el relato de un comerciante con COVID-19 en Orán

El 24 de agosto, el hombre empezó a tener dolor de garganta

Hoy, 18 días después de comenzar con los primeros síntomas de COVID-19, José (51) sigue con dificultad para hablar y aún no volvió a tener olfato.

El comerciante de Orán, cuyo nombre no se publica para proteger su intimidad, relató la difícil situación que vivió las últimas dos semanas tras haberse infectado con el virus SARS-CoV-2. "Pensé que no me iba a tocar", confesó el hombre, quien todavía tose cuando habla por teléfono.

El 24 de agosto, empezó a sentir dolor de garganta y sudoración.

Tuvo fiebre por 10 días, que no le permitía comer, dormir ni levantarse de la cama. "No tenía ganas de nada", aseguró y estimó que durante ese tiempo bajó unos 10 kilos.

El período más crítico de la enfermedad lo vivió el último fin de semana. El sábado empezó con ataque de tos y dificultad para respirar y estuvo así hasta el lunes.

"La falta de oxígeno fue la peor parte", aseguró. Estaba angustiado y tenía ganas de llorar, porque sentía muy cerca la posibilidad de dejar de respirar.

Luego de tres días y con asistencia de oxígeno en su domicilio, José consiguió estabilizar su cuadro. Agradeció a su esposa, que tiene conocimientos de enfermería, y a sus amigos médicos que le dieron indicaciones por mensajes de texto.

José no sabe cómo se infectó, pero confesó que estaba muy expuesto. En Orán había circulación viral comunitaria y él, por cuestiones de trabajo, iba al banco y hacía trámites todos los días: "Me cuidaba, usaba barbijo, tenía alcohol en gel siempre a mano, pero uno nunca sabe. El virus está en todos lados".

Consideró que el hecho de tener sobrepeso y estar con mucho estrés pudo haber influido en cómo lo afectó la COVID-19.

 

El cuerpo y la cabeza

El hombre advirtió que el virus afecta no solo el cuerpo, sino también el estado emocional de las personas. "Es muy duro. Te ataca la cabeza y el organismo completo", detalló.

Explicó que mientras estaba mal se enteraba de gente que pedía ayuda por las redes sociales y amigos y conocidos que morían por esta enfermedad en la ciudad norteña: "Es difícil no pensar en eso y, así, uno se debilita más". Lamentó que algunas personas murieron en sus casas sin tener asistencia.

"A los amigos que me llaman y me escriben les digo que se cuiden. Esto es muy feo, horrible... A mi mamá, que es grande, le pido que se encierre y no salga", comentó.

José ahora se siente bien, pero evita hablar y caminar. Está mejor de ánimo, volvió a comer y a sentir un poco el gusto. Aseguró que, cuando se recupere y si los exámanes previos le dan bien, va a a donar plasma.

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